El Caribe mexicano, conocido tradicionalmente por su fuerte vocación turística, está viviendo una transformación significativa en el perfil de sus consumidores y residentes. La región, que abarca destinos como Cancún, Playa del Carmen y Tulum, está experimentando un cambio impulsado por fenómenos globales y regionales como el nearshoring, el auge de los nómadas digitales y la migración interna dentro del país.
Históricamente, el motor económico del Caribe mexicano ha sido el turismo tradicional, basado en la llegada masiva de visitantes internacionales que buscan sol, playa y experiencias vacacionales. Sin embargo, en los últimos años se ha observado una disminución en la concentración exclusiva de turistas temporales y un crecimiento notable en la presencia de residentes digitales y trabajadores remotos que eligen la región como su lugar de vida y trabajo.
El nearshoring, estrategia que implica trasladar operaciones o servicios desde otros países hacia México para aprovechar ventajas competitivas, ha jugado un papel crucial en este cambio. Empresas nacionales e internacionales están estableciendo oficinas y centros de operaciones en Quintana Roo, lo que atrae a profesionales que buscan calidad de vida sin alejarse de sus labores. Esto ha impulsado una demanda creciente de vivienda, servicios y comercio orientados a un consumidor que combina trabajo y estilo de vida en un entorno paradisiaco.
Por otro lado, la tendencia de los nómadas digitales —personas que trabajan de forma remota aprovechando la conectividad tecnológica— ha ganado terreno en la región. El Caribe mexicano ofrece un entorno atractivo para estos profesionales: clima favorable, infraestructura turística, acceso a servicios modernos y un ambiente cultural dinámico. Esta nueva población impulsa el desarrollo de nuevos negocios y servicios, desde espacios de coworking hasta cafeterías y actividades recreativas adaptadas a sus necesidades.